En la afortunada y bella provincia de Girona, como en el resto de Cataluña, hay dispersos varios magníficos museos de la ciencia y la técnica. En Castelló d’Empuries se puede visitar y disfrutar de una harinera musealizada, didáctica. Las enormes harineras industriales sustituyeron a los molinos harineros con tantas ventajas, que supusieron su fin.
Los molinos harineros que existieron desde la antigüedad (los hay romanos) hasta el siglo XX, se dedicaban a moler cereales, idéntico fin al de las fábricas de harina que se crearon en el siglo XIX; pero las innovaciones técnicas que incorporaron las fábricas, mediante el empleo de rodillos en lugar de las grandes y pesadas muelas de piedra, el llamado sistema austro-húngaro (aparecido en Budapest el año 1837), consiguió rendimientos inalcanzables para los molinos, y además producían harina blanca.
La construcción de grandes fábricas harineras, al principio equipadas con muelas tradicionales, pero poco a poco re-equipadas con baterías de máquinas de limpieza y baterías de rodillos, estaban fuera del alcance de la mayoría de particulares o ayuntamientos. Además, para ser rentables necesitaban procesar grandes cantidades de cereales de un ámbito geográfico extenso, lo que dejó sin razón de ser a los pequeños molinos de cereales que atendían la molienda local o de pueblos circunvecinos.
En la comarca de L’Empordà han conservado extraordinariamente bien una de las muchas harineras que abundaron en la España de finales del XIX y primera mitad del XX, completa, con la instalación de limpia de grano, molienda, clasificación…
“La Farinera” de Castelló se movía mediante corriente de agua, al tenerla asegurada. “Al llegar a La Farinera, un salto de agua hacía funcionar una turbina Francis de 1905, responsable de generar la energía necesaria para el funcionamiento de la fábrica”.
También en Aragón las grandes infraestructuras de suministro de agua favorecieron, llegado su momento, el emplazamiento de estas factorías que necesitaban un caudal seguro, tanto de semillas como de agua. Así, el Canal Imperial de Aragón fue el que movió en Zaragoza “una fábrica de harinas denominada La Imperial; (…) en Mallén el molino de Valverde o Fábrica de Harinas San Antonio (…)” [Armendáriz y Mateo, p.19].
"(...)el desarrollo del ferrocarril posibilitó nuevas localizaciones en la España interior, destacando especialmente la ciudad de Zaragoza, centro de una amplia área cerealista y bien dotada de fuerza hidráulica mediante el aprovechamiento, entre otras, de las aguas del Canal Imperial de Aragón así como de una densa red de acequias (Rabal, Adulas, San José...). Esta nueva oportunidad productiva posibilitó que la ciudad de Zaragoza se consolidase como un notable distrito harinero y que la economía provincial zaragozana contase ya desde los años sesenta [del siglo XIX] con una nueva especialización industrial (...)." [Germán Zubero, p. 71]
Pero como bien se ha podido leer, era la conjunción de áreas cerealísticas, fuentes de energía y medios de transporte como el ferrocarril, la que creaba las áreas de mayor desarrollo de las harineras. A modo de burbujas entre de dichos pasillos quedaron islas donde los molinos tradicionales pudieron soñar con perdurar, y en muchos casos modernizarse antes de la llegada de la electricidad. Así en la localidad turolense de Blesa en septiembre de 1898 instalaron una turbina tipo Fontaine en el molino Bajo, para mejorar su rendimiento. Y décadas después, en agosto de 1934, instalaron en su lugar la gran turbina de aspiración (de 1,60 m de diámetro fabricada en Tolosa) que hoy podemos visitar en el sótano, además de instalar nueva maquinaria desde Zaragoza. Tuvieron los molinos tradicionales de estas áreas agrícolas un aplazamiento a su desaparición, en tanto no se extendió lo suficiente una electrificación generalizada.
De hecho, numerosos molinos harineros se adaptaron para producir electricidad para ámbitos locales (como en los pueblos turolenses de Huesa del Común o en Blesa). Pero la extensión de la red eléctrica posibilitó finalmente que se instalasen harineras y molinos en los pueblos sin curso de agua o en las áreas bien comunicadas (Muniesa -Te-, Azuara -Z-…), llevando la competencia tecnológica a las vecindades de muchos molinos, de lo que se librarían solo los existentes en áreas muy marginales de la geografía.
El atractivo y colorista museo de “la Farinera” muestra todas sus máquinas bien explicadas:
El ecomuseo de La harinera no solo se ciñe a explicar esta estructura fabril ligada a la producción de nuestro alimento base, las harinas de cereales, sino que también hace una retrospectiva didáctica sobre las distintas formas de moler durante los siglos primeros de la civilización agricultora. Así, veremos molinos de piedra manuales, y explican también como eran y funcionaban los molinos harineros tradicionales, como los que bien conservamos en Blesa.
Los nombres de las partes del molino varían un poco, no tanto por ser catalán, sino porque sabemos que varían en ocasiones de una a otra área, aún hablando la misma lengua:
- a la grúa o cabria para levantar las muelas la llaman en catalán como en latín ‘cabra’ (aunque también existe la càbria como tal),
- la tolva ‘la tremuja’,
- el guardapolvos ‘el riscle’ (como aro, aunque si es alrededor de la muela es la cercha),
- la muela volandera ‘mola volandera’,
- la muela solera, mola solera, sotamola, sotana,
- el cajón ‘la farinera’,
- el árbol ‘l’arbre’,
- el rodete ‘rodet horitzontal’ que es la ‘roda hidràulica’,
- el banco ‘banc’,
- el alzador o aliviador ‘alçador’.
También cuentan otras curiosidades, las variedades de trigo de Castelló d’Empúries, la composición del trigo, la producción de la Farinera, los molineros, las variedades de turbinas y su características diferenciadoras, y más...
Todos los paneles del museo están en catalán, castellano, inglés, francés y alemán. Cuentan con magníficas ilustraciones, muy claras y coloristas que atraen a mayores y niños. Algunas partes las ilustran con pequeñas maquetas funcionales, como la turbina, aunque movida por aire, para que los pequeños vean de qué les hablan. Además tienen un buen material didáctico, que se puede adquirir.
Aunque las harineras fueron extraordinariamente abundantes, muchas no han llegado hasta la actualidad, y por ello disfrutamos doblemente de la valiosa Farinera de Castelló.
Una de las mejoras técnicas simultáneas en parte a la invención del método austro-húngaro, fue el desarrollo y extensión de la electricidad, que permitió levantar fábricas de harina en lugares donde tradicionalmente se carecía de cursos de agua o vientos sostenidos (las fuerzas motrices tradicionales). Incluso en el pueblo turolense de Muniesa, carente de cursos de agua, se instaló una harinera, relativamente pequeña, antes de la última guerra civil.
Alguna de las últimas harineras en cerrar en Aragón han pasado a manos particulares, que intentarán hacer frente a su conservación o musealización. Es el caso de la harinera de Monegros, una harinera bastante moderna, de los años cincuenta del siglo XX (Ficha en APUDEPA) que funcionó hasta 2012.
También está en una fase de reconversión como patrimonio industrial la harinera de Azuara, a la que buscan un uso museístico, al ser adquirida por un coleccionista de maquinaria del mundo de la impresión (Véase Europa Press del 23/4/2019).
También se conservaba muy bien la de Caldearenas (Huesca), que no consta que se haya musealizado. La zaragozana “Harinera de San José” (cerrada en 2001) se ha convertido en un espacio municipal creativo.
Como vemos, las harineras terminan algunas en ruinas, de otras se aprovecha solo el edificio, varias en proyectos...
Frente a ese panorama, vale la pena disfrutar de la realidad del ecomuseo de la Farinera.
En la Farinera las máquinas que han conservado están bien expuestas, cuidadas, y podemos ver las fichas del fabricante. Su turbina tipo Francis fue construida en 1905 por una metalurgia de Girona, Planas y Flaquer. Y de otras máquinas conservan sus placas y fichas. El profesor Luis Germán, citando a Montojo, explica que en Aragón y en el conjunto de España, "habían sido montadas mayoritariamente por casas suizas (Bühler y Daverio sumaban un 44% del total". En Aragón también tenían mucho protagonismo dos fabricantes españoles Morros y Pané, radicados en Cataluña. Hubo fabricantes zaragozanos Goñi, y sobre todo Averly que tuvieron muchas instalaciones de la segunda mitad del siglo XIX, pero que a la altura de 1943 solo mantenían el 4% (cada una) de las harineras de Aragón. El caso es todavía se conservan molinos y harineras cuyas máquinas aún ostentan la placa del fabricante y diseño de Averly (como el molino de la Cueva de Blesa).
El caso de Averly es especialmente triste. En Aragón teníamos, relacionado con todo el proceso molinar, además de industria pesada, escultura y mobiliario urbano, el potencial tesoro de conservar la fundición histórica de Averly, cuyos dueños habían tenido el gusto de conservar los moldes, maquinaria y documentación de una empresa centenaria. Cuando la visité hace años la dueña demostró que conservaban bien clasificada hasta la correspondencia con los clientes de los años 30. Pero ni las administraciones, ni la empresa constructora que compró subrepticiamente este patrimonio inmenso, han pensado en convertirlo en un patrimonio industrial común a conservar para el futuro; casi todo se perderá para convertirse en vulgar suelo para construir unos pisos que podían levantarse en cualquier otro lugar de la ancha Zaragoza. No esperemos milagros museísticos en Aragón.
Para saber más
F.J.L.A. Septiembre 2020
Ecomuseo Farinera
C/ Sant Francesc, 5-7
17486, Castelló d'Empúries
(Gerona, Cataluña, España)